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Siempre...

Siempre...

4 de febrero de 2018

Ladrones en la Oscuridad


Era una noche levemente iluminada por la luna creciente, el aire frío soplaba de manera agradable, el silencio no era absoluto gracias al canto de las criaturas que hacen vida en las horas oscuras, en un sendero de tierra que se extendía a través de las calles a las orillas del bosque, se podían escuchar los pasos de un hombre que buscaba la oportunidad de adueñarse de lo ajeno, ante sus ojos castaños se presento una mansión que parecía tendría a resguardo en sus paredes riquezas incalculables.

El hombre ávido por un buen botín se acerco a su modo sigiloso a la propiedad, saboreando el éxito al notar que no había ninguna luz encendida en el lugar y por lo tanto suponiendo que ninguna persona estaría despierta allí, se regodeo en satisfacción cuando con uno de sus trucos abrió la puerta principal, despacio se adentro en el recinto, sus ojos brillaron ambiciosos al contemplar la riqueza del lugar y se dispuso a sacar una bolsa para introducir todo lo que pudiese.

Ante si, se encontró con candelabros de plata, obras de arte colgando de las paredes, vasijas de culturas antiguas, pero lo que más llamo la atención del sujeto fue un brillo dorado proveniente de un rincón de la estancia, el cual siguió como una mariposa a la llama, camino lentamente acercándose al lugar del que provenía aquel resplandor en tanto metía todo lo que le parecía de valor en su bolsa. Luego de algunos pasos dio con una rendija en la pared de la que se escapaba la luz dorada, con ansiedad se acerco, coloco sus manos en la madera, introdujo sus dedos en la ranura y tiro, ocasionando que una puerta oculta se abriera.

Se escucho un jadeo de sorpresa cuando el hombre entro en una estancia que sería el sueño de todo ladrón, el piso estaba cubierto no sólo por monedas de oro, habían joyas, piedras preciosas, cofres llenos de tesoros, tanto que parecía el hallazgo de un tesoro pirata, con las manos temblando de la emoción y una sonrisa de satisfacción en su rostro codicioso comenzó a tomar cuantas cosas pudo hasta llenar el saco, pero cuando eso no le satisfizo también se dispuso a atestar sus bolsillos.

Estaba tan entretenido en su labor que no escucho cuando la puertecilla secreta se cerró a causa de una extraña brisa, la lluvia de monedas que se deslizaron desde una de las bolsas de terciopelo que habían en el lugar, al fin llamo su atención, las llamas de las velas que adornaban las paredes desde candeleros de oro bailaron de un inexplicable modo amenazante, el hombre sintió de pronto un escalofrío y el miedo que se metía debajo de su piel. Colocándose el saco sobre el hombro decidió que era momento de emprender la retirada, a paso rápido se dirigió a la entrada y nerviosamente puso su mano sobre la madera para abrir.

“¿Te vas tan pronto?” Escucho una voz angelical a sus espaldas, sorprendentemente ese sonido lo hizo ponerse en alerta, abrió la puerta y justo cuando iba a salir, una mano delicada se lo impidió cerrándola de nuevo “No, no, no…” negó la dulce voz.

Ya sin poderse resistir el hombre volteo, sus ojos se abrieron de par en par ante la belleza que tenía en frente, piel de porcelana, cabello rubio en ondas, labios rojos e invitadores, un cuerpo esbelto y curvilíneo, se detuvo tanto en aquellos detalles que no presto atención a todos “Es de mala educación no mirar a la cara a quien te habla” Regaño la mujer, obteniendo la atención del hombre a su rostro y por tanto a sus ojos, un jadeo de miedo salió de la boca del sujeto al contemplar las orbes sangrantes.

“Ahora que tengo tu atención ¿Pensabas que te saldrías con la tuya?” Esa voz melodiosa y suave fue más amenazante que un grito de guerra, embargado de estupor el hombre bajo la mirada mientras negaba con la cabeza “Yo… Yo pensé que no había nadie… Que estaba… La casa…”

“¿Abandonada?” Ofreció la mujer dejando salir de sus labios una risita tintineante “No trates de engañarme pequeño humano” Con paso lento y seguro, como un felino ante su presa se acerco, coloco su mano bajo el mentón del hombre para que la mirara a los ojos “Huelo la mentira, como tu miedo y la alegría que sentiste cuando pensaste que la casa estaba sola” negó con la cabeza causando que sus rizos dorados se agitaran saltarines mientras reía burlona, el ladrón quiso desprenderse de aquellos ojos rojos que lo tenían atrapado “Intentar huir no te servirá de nada, estás atrapado” Murmuro la rubia cada vez más cerca del sujeto “Viniste a robarme, pero ahora yo te robare la vida” halando los cabellos oscuros de su presa inclino su cabeza dejando expuesto el cuello masculino, se inclino y mordió, succionando el líquido vital de su victima, quien se debatía entre sus brazos para liberarse, sin éxito alguno. El saco cayó al suelo, las monedas repiquetearon, un grito reverbero amortiguado en el lugar y una risa cantarina cerro la melodía final de un corazón que dejaba de latir.


Fin

La Muerte y Yo



¿Alguna vez has visto a la muerte a los ojos? Y no me refiero a tener una experiencia cercana a la muerte, que va, dejo esta pregunta para aquellos quienes quizás, han podido escuchar el susurro de la muerte comentándoles al oído, dejándoles percibir su fragancia a flores, de esas que son dejadas en los cementerios frente a las lapidas de aquellas personas que ya han sido llevadas a otro lugar en brazos de la cegadora de almas.

Sus pasos son silenciosos, pero sabes que está allí aguardando por el momento exacto para tachar al siguiente de su lista, puede que a veces su presencia te asuste y otras el sentimiento sea más de resignación, es sobrecogedora su presencia ¿Verdad? Mientras mis ojos observaban la noche acercarse a su momento más oscuro, ella me seguía murmurando, en tanto yo le devolvía una sonrisa triste y melancólica.

Estaba sola tanto como yo, pero a veces trataba de ignorarla, aunque no dejaba de hablar, puesto que no tenía con quien más hacerlo como lo hacia conmigo, deje escapar un suspiro que se convirtió en una pequeña nube de vapor en el viento, le dirigí una mirada interrogante “¿Por qué me persigues?” le pregunte, la muerte simplemente se encogió de hombros en señal de que tampoco entendía del todo nuestra comunicación. Aunque existía una sospecha intangible, pues a pesar de que ella era la que dirigía a las cegadoras por ser la primera y por tanto la líder, no era la única, tenía ayudantes para poder abarcar a todas las almas existentes y por existir.

En un segundo la noche pareció agitarse y ella señalo hacia un lugar en medio de la oscuridad con su guadaña cuyo filo brillo bajo la luz de la luna, preferí permanecer en las sombras mientras la observaba realizar su trabajo, pude escuchar como el hilo de aquella vida fue cortado y un hálito final floto en la brisa nocturna.

Pude percibir en el aire el perfume de otra persona que venía de una dirección opuesta a la que estábamos, seguramente se encontraría con el cuerpo ya sin vida pues el alma estaba al lado de la muerte, sin ganas de verme involucrada con el encuentro del cuerpo por el otro humano, di un salto para subirme a un tejado.

La muerte volvió a mi lado y yo gire mis ojos, “¿En serio?” Le dije. Ella a penas se encogió de hombros, causando que dejara escapar el aliento de forma pesada de mis pulmones. Cuando estaba decidida a volver a mí… Casa, por llamarla con algún nombre, la que ahora estando tan vacía parecía más bien una prisión, en un intento por alejarme un rato de su presencia, me detuve cuando sentí una mano fría como el hielo sobre mi hombro.

Parpadee confundida ante las imágenes desarrolladas en mi mente, pude ver una pistola con humo saliendo de su interior como si hubiese sido recién usada, me percate de que una bala de plata se incrustaba en mi corazón, luego me vi caer al piso y en un instante un último aliento se escapo de mi cuerpo.

A penas fui consiente de cómo la mano fría se aparto de mi hombro, le dirigí una mirada acusadora a mi acompañante, ¿Cuántas veces más me mostraría aquellas escenas?, ¿Qué propósito tenía al mostrarme una vez tras otra las muertes de quienes tachaba de su lita?, ¿Por qué me dejaba ver como sería mi muerte pero no la había ejecutado hasta el momento? Si ambas sabíamos que estaba condenada a no escapar de aquella media vida en la que estaba atrapada, sola, sin mis perdidos compañeros de viaje.

“¿Qué cruel juego es esté?” Le cuestione enojada, ella dejo escapar una risita casi infantil que no me dio buena espina, extendió su guadaña hacia mi en invitación para que la tomara, yo la vi con ojos llenos de alarma, mientras el silencio de la noche era roto por el sonido de una ambulancia y sus luces parpadeantes iluminaban la calle en búsqueda del anterior cuerpo caído.
Tragando saliva ruidosamente di un paso hacia atrás mientras ella insistía en su gesto, negué con la cabeza aturdida, con indiferencia dejo de nuevo aquella cosa filosa a su lado con un encogimiento de hombros, mientras se desvanecía pude escuchar su voz, que siempre me asombraba debido a su matiz maternal, diciéndome “Pronto, mi niña, pronto serás una de nosotras”

Sus palabras resonaron tras ella, era la primera vez que me molestaba que se fuera, dejándome con aquella sensación de incertidumbre en mi corazón, ¡No era posible! Sacudí la cabeza en negación, aunque sabía que no podía evitar mi recién descubierto destino, por mucho tiempo. En aquella carrera entre la vida y la muerte, marcada por el compas de las manecillas del reloj en forma de filosa guadaña ejecutora de los minutos y segundos, deje escapar un suspiro con resignación marchándome de aquel lugar, con un nuevo conocimiento que me daba dos certezas, la primera era que moriría gracias a una bala de plata y la segunda, más sobrecogedor, era que sería responsable de llevar una guadaña no mucho después de ello.

Fin

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