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Siempre...

Siempre...

2 de octubre de 2012

OSCURIDAD MORTAL




Me perdía en medio de las sombras nocturnas, que me absorbían como un mar de angustia y dolor, las gotas de agua salada se deslizaban por mi rostro cayendo desde mis ojos como una cascada oscura iluminada por la luz de la luna, mi única compañera, la hechicera que me da su energía, me susurra concejos, hechizos, me habla de magia y de los arcanos misteriosos de la noche eterna.
La oscuridad cual ente vivo me envolvía, el frío con vida propia se colaba en mi corazón, congelandolo con hielo de los polos, al tacto mis manos frías podría congelarte… Pálido contraste es mi rostro con la faz blanquecina de la luna, lluvia de estrellas inexistente en el cielo de mi corazón, sueños rotos en el alma… Como un ente exiliado, un fantasma invisible en un mundo de tenebrosas tinieblas, negro y rojo es el líquido que brota desde el centro profundo de mí ser. Sí, el cruel exilio otorgado por el veneno que un ser sediento me regalo, condena o liberación, nunca lo sabré.

-0-

Es de noche, me deslizo entre las sombras sigilosa como una experta cazadora, una pantera al asecho… Espero con todos mis desarrollados sentidos atentos, el frío se extiende por las calles y la neblina como una cómplice acude a mi llamado, ocultándome… Agazapada en medio de la oscuridad, espero, paciente, hasta que escucho ese sonido fascinante del torrente de la sangre en tus arterias mortales, el aliento de tu vida de perversidad, el fluido vital que sacia mi ávida sed…

Ven… Acércate, escucha el sonido de mi canto como el de las míticas sirenas, atrayéndote hacia mis brazos, acudes a mi llamado con tu voluntad quebrada, tus ojos brillan con ansiedad en base a una promesa que no tiene fundamentos, los latidos de tu corazón avivan la llamara de sed en mi garganta…

Estando entre mis brazos, al ver la realidad de tus actos, te das cuenta que te dejaste engañar por mi belleza sobrenatural, sólo con tus ojos mundanos has sabido mirar y en la trampa mortal has caído… Tu vida acabara.

Te miro fijamente sonriendo maliciosa, tus ojos oscuros se abren asustados, sorprendidos cuando te das cuenta que mis labios son rojos por la sangre, que mis ojos son verdes cuando conviene, que mi palidez es tan mortal como la sobrecogedora presencia de la muerte a mi lado, esperando por ti.

-¡Oh ingenuo mortal!- te digo y tu tiemblas entre mis brazos, pues el sentido de mis palabras cala hondo en ti, antes de darle verdadero significado a mi abrazo hablo con mi voz cargada del inevitable deseo de poseer tu vitalidad –No tengas miedo, no te dolerá- ya se que mi advertencia es vacía –Despídete de este mundo vacío, mi pequeño mortal-.

El silencio misterioso de la noche es roto por tu grito impotente y aunque mis colmillos rasgando la jugosa piel de tu cuello, no han causado dolor pues al menos eso te concedo, una muerte indolora. Tu grito es ha causa del terror de no saber que hay más allá y llega el instante cuando como un débil tambor escucho el latido de tu corazón, el segundo decisivo de si te doy el regalo de la inmortalidad o apago la luz de tu vida como a una vela en medio de la tormenta, la muerte con su gélido aliento me conmina a dar el último golpe.
Y fue así como el sonido de tu corazón acallo como el aleteo de una mariposa, te dejo en manos de la muerte, mi fiel compañera, esta noche no me he decidido a pasar mi bendita maldición a alguien más y ¿qué es peor? ¿Haberte arrebatado la vida o haber decidido concederte una oscura y dolorosa eternidad?
La luna mi más fiel acompañante en este mundo de oscuridad, es testigo de que no he podido ser más amable o más cruel, al darte lo que se me concedió o arrebatarte lo que ha ti se te regalo.

Sonrió por la ironía de la situación ¿acaso mi creador tuvo todas esas preguntas en su mente? No, pues tras pasarme su don como el lo llamó, me enseñó que ya no pertenezco a ese mundo luminoso en que los mortales a veces desperdician sus vidas, que ahora el reino de la oscuridad, la soledad, la noche y el frío son mi hogar.

Dejo atrás a un cuerpo ya sin vida, pues me apodere de ese líquido que calma mi codiciosa necesidad, la que una vez rechacé, grave error pues mucho daño cause con mi propia ponzoña de dolor… Ahora luego de aprendida la lección calmo el fuego de mi garganta en pro de un bien mayor.

La sangre es vida y también es muerte, “vivo” en las sombras y muere mi alma en frialdad, los brazos de la noche me cobijan, la muerte se despide de mí en busca de otra víctima, pues está noche ya ha acabado para mí.

Sola, fría, pálida, desértica, mágica y poderosa, la noche, la luna, mi “vida” sobrenatural y mi belleza, cual anzuelo que… Atrae a la presa.

Ven… No tengas miedo de mis afilados colmillos, ni de mis hipnóticos ojos rojos, tampoco te preocupes por mi palidez mortal… Si te acercas un poco podrás ver mis provocativos labios rojos, mis mágicos ojos verdes y el color de la luna en mi piel, iluminando mis ojos y todo mi ser.

Ven, no le temas al dulce beso de la muerte, a mis brazos acudirás y ella sonriente te recibirá, para llevarte al misterio del más allá.

Mis lágrimas oscuras, negras como la misma noche irrumpen en la palidez de mi rostro… Desconcertada miro a la luna en búsqueda de respuestas que nunca obtendré.

No tengas miedo… No le temas a la oscuridad, pero a mi sí.

Pues soy un vampiro…

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