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Transcurrían
lánguidas las horas, en las espesuras que le atrapaban sumergiéndole
en un letargo embriagante, monótonos los segundos se suicidaban
dándole la bienvenida a otro hermano en manos del segundero,
mientras la luna se alzaba en medio de la noche siniestra con
lágrimas en su pálida faz al contemplar el camino de su amada hija,
la joven envuelta en su capa oscura alzo los ojos a la luminiscente
dama de la noche dándole un saludo mientras su corazón se
desangraba a causa de la herida mortal.
Gotas
de rojo oscuro manchaban la inmaculada nieve, dejando atrás un
rastro de sangre acompañado por unas huellas cansadas, envuelta en
las tinieblas circundantes la dama caminaba casi tropezando con sus
propios pies debido al cansancio, el hielo y el fuego consumían su
corazón, que trataban de luchar por aquella vida.
Cayó
sobre la alfombra blanquecida que brillaba a causa de los rayos
platinados de la luna, una mancha roja comenzó a empapar la nieve,
en tanto aquellos ojos oscuros misteriosos, tristes y cansados,
miraban a la luna llena, en sus pálidos labios se formo una cansada
sonrisa, levanto su mano temblorosa hacia el astro nocturno, como si
pudiese alcanzarla y reunirse con ella en cálida armonía.
Acepto
que la vida la abandonaría con el líquido vital que se escapaba de
su cuerpo, dejó caer el brazo cansado, el viento hacia eco de la
lucha de su corazón y su respiración era cada vez más dificultosa,
el frío del agua congelada penetraba en sus huesos, intento mantener
la vista en alto contemplando el cielo estrellado con sus últimos
alientos, pero la debilidad le hizo cerrar aquellas claroscuras
ventanas del alma.
Comenzó
a sentir que se elevaba del suelo, el frío se torno calidez, se
sintió acogida en la seguridad, percibía como si estuviera envuelta
en motas de algodón, una claridad casi sobrenatural la rodeaba,
sonrió comenzando a aceptar su muerte y la paz inmensa que podría
sentir, tras una vida solitaria, triste, casi como un callejón sin
salida, a pesar de que temía a la dama de la muerte, abrió los
brazos para darle la bienvenida, con voz débil murmuro -Mi hora
final ha llegado-.
Cuando
su desangrado corazón tartamudeaba y se resigno a morir, unos brazos
la envolvieron con fuerza, sintió como la herida mortal de su pecho
era sanada, un sabor almizclado inundo su boca, así su cuerpo fue
sacudido por una oleada de poder que le daría nuevas energías
-Ahora que te he encontrado no te perderé- la joven se dejo llevar
por la oscuridad de un sueño pesado, cuando ya se había resignado a
aceptar su muerte, alguien la regrese al mundo del dolor -Este será
tu nuevo comienzo, lejos de todo aquello que era tu vida-. Al
escuchar aquellas palabras en esa voz masculina pensó que; después
de todo si era un final y a la vez un nuevo comienzo.
Apri
Plenilunio
Derechos
Reservados
“Paraísos
Oscuros”