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Siempre...

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28 de enero de 2018

Cortejo Oscuro


Era una noche sin luna en la que el cielo estaba despejado, dejando ver a las tintineantes estrellas formando imágenes en el manto oscuro, todo parecía tan quieto como en una pintura misteriosa y estática, en la que al parecer el aire se negaba a soplar creando un ambiente caluroso, plagado de un silencio casi asfixiante. Tensa tranquilidad se podía sentir, en tanto el aire comenzaba a cargarse de una extraña energía, hasta que se expandió creando un sonido sordo, comenzaron a retumbar los truenos y las nubes parecían acudir a un llamado ancestral, empezando a acudir a la invocación escondiendo entre sus brumosos brazos a las lumbreras celestes, la danza de los rayos cruzaba el cielo siguiendo el ritmo impuesto por los truenos.

En medio de aquel espectáculo una figura cubierta por un manto oscuro se deslizaba a pasos furtivos a través de las calles empedradas, debajo de la capucha sus ojos parecían brillar como llamas incandescentes, buscando. Hasta que lo encontró, sus oídos sensibles captaron el sonido de unas llaves y el de las pisadas ocasionadas por unos zapatos de tacón, al buscar con la mirada, atravesado tanto la densa neblina como la oscuridad, sus ojos diamantinos observaron una joven de largos vestidos verdes, cabello oscuro suelto mojado por la lluvia torrencial, quien en sus manos sujetaba una llaves mientras corría para llegar a su casa y así encontrar un refugio de la tormenta. Una sonrisa de medio lado apareció en el rostro masculino cubierto por la capucha, la risa malsana que escapo de sus labios era acorde a sus pensamientos oscuros, se deslizo como uno de los rayos que danzaban en el cielo, hasta que alcanzo su objetivo.

El grito femenino que irrumpió en la noche estaba lleno de espanto, cuando la joven alzo la vista sintiéndose atrapada en una garra de acero, la luminosidad de una centella que cruzo el cielo ilumino el rostro que estaba frente a ella, tembló, contemplando a la muerte en aquellos ojos de diamantes rojos como la sangre, acompañada por una sonrisa feral llena de colmillos que supo era su condena, su final.

-No hay porque tener miedo- Dijo la oscura voz masculina cargada de burla –Ella te dará la bienvenida gustosa- murmuro con falso tono de consuelo apuntando hacia la figura que esperaba ansiosa a sus espaldas.

Por la cercanía entre victima y victimario, los ojos oscuros de la joven que dejaban ver vetas del color de la madera, se abrieron llenos de espanto al sentir los colmillos rasgando la piel de su cuello, su última mirada reflejaba a una figura envuelta en un manto negro, sujetando una guadaña, esperando pacientemente por ella y su grito fue el compas para el final de aquella melodía oscura.

Fin

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