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Siempre...

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8 de noviembre de 2017

Oscuro Tormento


Aquella sed mortal la consumía, la rabia le daba fuerzas a su cuerpo, un impulso para buscar consuelo en una venganza, quizás vana, sus entrañas se retorcían consumidas por el odio añejo resultado de tantas traiciones, engaños y mentiras. Incluso aquel quien creyó la sacaría de su agonía, le dio una peor.

“No hay don alguno en la vida eterna” susurro a la noche contemplando con sus ojos tormentosos las estrellas en medio de la oscuridad, su senda, su hogar, su única compañía, alejada de todo y de todos, pues no podía dejarse llevar por aquellos sentimientos tumultuosos que amenazaban con destruirla como una fiera tormenta en medio de un mar encrespado a un pequeño barco de papel. Apretó los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos, aguantando la tentación, aquel susurro en invitación “Bebe, consume esas insignificantes vidas, destrúyelos” negó con la cabeza alejando esas voces atormentadoras de su mente, aquel impulso “Mata, destrúyelos” Aún seguía escuchándolos.

Sacudió la cabeza, ocasionando que sus rizos rojizos flotaran en todas direcciones, luego abrió los ojos sin darse cuenta de que los había cerrado y miro hacia arriba, la luna no le acompañaba en su noctambula visión “Me queda el consuelo de ver las estrellas” se dijo y soltó un suspiro agradeciendo que esa noche no estuviera nublada, pues necesitaba que la consolara el cielo estrellado.

“Acaba con ellos, saborea el poder” Otra vez escucho el murmullo insidioso de esa hambre que la destruía noche con noche, dejo escapar un sollozo y salto del techo desde el que contemplaba el paisaje nocturno de la ciudad, corrió convirtiéndose en un borrón, sintiendo el aire golpear en su rostro hasta que ocasiono que brotaran lágrimas de sus ojos grises como nubes de tormenta, voló en medio de la oscuridad, olvidando y buscando consuelo.

Tratando de escapar de su condena, siempre congelada, detenida en el tiempo, en medio del frío y la oscuridad, con ojos vacíos observo una vez más el mundo a su alrededor, en medio de cruel maldición todo cambiaba, menos ella. Fuera de lugar y cuestión, vacía existencia, una estatua eterna, que no se consume en el tiempo, esperando una salvación, la liberación de su cárcel.


Fin



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