¿Alguna vez has visto a la
muerte a los ojos? Y no me refiero a tener una experiencia cercana a la muerte,
que va, dejo esta pregunta para aquellos quienes quizás, han podido escuchar el
susurro de la muerte comentándoles al oído, dejándoles percibir su fragancia a
flores, de esas que son dejadas en los cementerios frente a las lapidas de
aquellas personas que ya han sido llevadas a otro lugar en brazos de la
cegadora de almas.
Sus pasos son silenciosos, pero
sabes que está allí aguardando por el momento exacto para tachar al siguiente
de su lista, puede que a veces su presencia te asuste y otras el sentimiento
sea más de resignación, es sobrecogedora su presencia ¿Verdad? Mientras mis
ojos observaban la noche acercarse a su momento más oscuro, ella me seguía
murmurando, en tanto yo le devolvía una sonrisa triste y melancólica.
Estaba sola tanto como yo, pero
a veces trataba de ignorarla, aunque no dejaba de hablar, puesto que no tenía
con quien más hacerlo como lo hacia conmigo, deje escapar un suspiro que se
convirtió en una pequeña nube de vapor en el viento, le dirigí una mirada
interrogante “¿Por qué me persigues?” le pregunte, la muerte simplemente se
encogió de hombros en señal de que tampoco entendía del todo nuestra
comunicación. Aunque existía una sospecha intangible, pues a pesar de que ella
era la que dirigía a las cegadoras por ser la primera y por tanto la líder, no
era la única, tenía ayudantes para poder abarcar a todas las almas existentes y
por existir.
En un segundo la noche pareció
agitarse y ella señalo hacia un lugar en medio de la oscuridad con su guadaña
cuyo filo brillo bajo la luz de la luna, preferí permanecer en las sombras
mientras la observaba realizar su trabajo, pude escuchar como el hilo de
aquella vida fue cortado y un hálito final floto en la brisa nocturna.
Pude percibir en el aire el
perfume de otra persona que venía de una dirección opuesta a la que estábamos,
seguramente se encontraría con el cuerpo ya sin vida pues el alma estaba al
lado de la muerte, sin ganas de verme involucrada con el encuentro del cuerpo
por el otro humano, di un salto para subirme a un tejado.
La muerte volvió a mi lado y yo
gire mis ojos, “¿En serio?” Le dije. Ella a penas se encogió de hombros,
causando que dejara escapar el aliento de forma pesada de mis pulmones. Cuando
estaba decidida a volver a mí… Casa, por llamarla con algún nombre, la que
ahora estando tan vacía parecía más bien una prisión, en un intento por
alejarme un rato de su presencia, me detuve cuando sentí una mano fría como el
hielo sobre mi hombro.
Parpadee confundida ante las
imágenes desarrolladas en mi mente, pude ver una pistola con humo saliendo de su
interior como si hubiese sido recién usada, me percate de que una bala de plata
se incrustaba en mi corazón, luego me vi caer al piso y en un instante un
último aliento se escapo de mi cuerpo.
A penas fui consiente de cómo
la mano fría se aparto de mi hombro, le dirigí una mirada acusadora a mi
acompañante, ¿Cuántas veces más me mostraría aquellas escenas?, ¿Qué propósito
tenía al mostrarme una vez tras otra las muertes de quienes tachaba de su
lita?, ¿Por qué me dejaba ver como sería mi muerte pero no la había ejecutado
hasta el momento? Si ambas sabíamos que estaba condenada a no escapar de
aquella media vida en la que estaba atrapada, sola, sin mis perdidos compañeros
de viaje.
“¿Qué cruel juego es esté?” Le
cuestione enojada, ella dejo escapar una risita casi infantil que no me dio
buena espina, extendió su guadaña hacia mi en invitación para que la tomara, yo
la vi con ojos llenos de alarma, mientras el silencio de la noche era roto por
el sonido de una ambulancia y sus luces parpadeantes iluminaban la calle en
búsqueda del anterior cuerpo caído.
Tragando saliva ruidosamente di
un paso hacia atrás mientras ella insistía en su gesto, negué con la cabeza
aturdida, con indiferencia dejo de nuevo aquella cosa filosa a su lado con un
encogimiento de hombros, mientras se desvanecía pude escuchar su voz, que
siempre me asombraba debido a su matiz maternal, diciéndome “Pronto, mi niña,
pronto serás una de nosotras”
Sus palabras resonaron tras
ella, era la primera vez que me molestaba que se fuera, dejándome con aquella
sensación de incertidumbre en mi corazón, ¡No era posible! Sacudí la cabeza en
negación, aunque sabía que no podía evitar mi recién descubierto destino, por
mucho tiempo. En aquella carrera entre la vida y la muerte, marcada por el
compas de las manecillas del reloj en forma de filosa guadaña ejecutora de los
minutos y segundos, deje escapar un suspiro con resignación marchándome de
aquel lugar, con un nuevo conocimiento que me daba dos certezas, la primera era
que moriría gracias a una bala de plata y la segunda, más sobrecogedor, era que
sería responsable de llevar una guadaña no mucho después de ello.
Fin
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