Las lágrimas
se deslizaban por su pálido rostro, su corazón era estrujado por lo que le
parecía era un mordaza que le ahogaba, abrazándose a sí misma sentía una
presión en la garganta que la sofocaba debido al llanto, los ojos ya le dolían
de tanto llorar y el pecho se estremecía con cada sollozo.
Era tan
injusto se decía a si misma, pero la vida siempre había sido así con ella,
estaba sola, tan sola… -La oscuridad y
el silencio me absorben- se dijo a si misma con un estrangulado sollozo. Sentía
como la oscuridad se extendía a pasos agigantados a su alrededor y el silencio
era algo ominoso.
Vestida con
sus ropas negras casi se perdía en la oscuridad que predominaba en aquel
cementerio, la neblina se arremolinaba en su entorno casi como brazos que
pretendían alcanzarla, la luna estaba atrapada entre las nubes, lo que le
quitaba claridad a la noche.
Suspiro
lastimeramente, se inclino hacia la lapida y acaricio el nombre allí tallado
con un gesto que hablaba tanto de amor que cortaba el aliento… Unas gotas de
agua salada que rezumaban por sus ojos cayeron sobre aquellas flores que
descansaban en la loza de mármol.
-Aún te amo, siempre te amare- las
palabras salieron de su boca como un juramento, lleno de lamento y de dolor. El
viento soplo con fuerza removiendo sus cabellos oscuros, haciendo sentir fría
la humedad en su rostro, con la manga de su camisa se limpio los restos de agua
salada.
Se levanto lentamente, a regañadientes se alejo
de la lapida, hizo una inclinación de cabeza… Busco entre sus ropas, en ese
momento la luna escapo de entre las nubes, iluminando magnánimamente el lugar,
sobre el césped brillaban gotas de rocío, el mármol pulido resplandecía bajos
sus rayos.
Unos
segundos después la pálida luz de la luna hacia brillar la lamina de plata de
una daga con empuñadura de oro, alzada en el aire por la mano temblorosa de la
joven con dirección a su pecho donde sentía un corazón muerto…
El silencio
se hizo sobrecogedor, como una multitud conteniendo el aliento… -Te amo-
palabras que flotaban en el viento, salidas de la boca con un tono lleno de
dolor desde el centro de su alma -Siempre
te amare- estando a punto de incrustar el objeto cortante en su pecho, algo
estremeció todo su ser y un escalofrió galopo en su cuerpo.
-Yo también te amo y nunca lo dejare de hacer- hablo una
voz cautivadora, varonil y musical.
La joven
quedo paralizada, muy lentamente se giro casi con temor y esperanza a la vez… Esa voz, esa voz… Era inconfundible…
Cuando
volteo sus ojos se abrieron de par en par, se los restregó sin darle crédito a lo que veían sus
ojos acaramelados. Cuando los volvió a abrir, su corazón casi se salía de su
pecho, al contemplar aquella sonrisa de medio lado, esos ojos oscuros, ese
cabello castaño acariciado por el viento, ese rostro… Las lágrimas volvieron a
sus ojos como un torrente.
Se quedo
paralizada cuando sintió algo frío que le acariciaba el rostro, alzo la vista y
quedo atrapada en esos ojos negros como dos carbones encendidos –Soy real, estoy aquí…- fueron las
palabras del hombre frente a ella antes de atrapar sus labios en un apasionado
beso –Y te amo-.
Esas
palabras la hicieron querer gritar de la emoción pero la duda la carcomía,
enredo sus brazos en torno a ese cuerpo amado y al sentirlo sólido lo abrazo
con más fuerza, no sabía si quería gritar, llorar, reírse o asustarse. –Pero ¿cómo yo…?-
Sintió uno
dedos fríos sobre sus labios –Ahora amor
mío, este paraíso oscuro esta a nuestra disposición- respondió el hombre,
abarcando todo con su brazo señalando la noche y enroscando su brazo libre en
torno de la cintura de la joven.
-Pero habías… Habías… Mu….- no podía
pronunciar esas palabras, no al sentir ese calor que sólo le brindaban la
seguridad de aquellos brazos, no cuando decir esas palabras era negar el gran
regocijo que sentía en todo su ser.
-Alguien me dio una nueva oportunidad, para
estar a tu lado- respondió el sujeto, la joven observo un destello rojo en
esa mirada y lo comprendió todo.
-Entonces ¿tenemos la eternidad por delante Raziel?- pregunta
algo dudosa.
-Sí, si así lo quieres Julianne- él le
contestó con esa sonrisa de medio lado que siempre le paralizaba el corazón.
Ella
sujetando una de sus manos ahora frías y apoyándola sobre una de sus mejillas –Contigo
hasta el final mi amor, lo juro- le dice con total seguridad.
El sujetando
la mano con delicadeza, la acerca a sus labios y besa su dorso con una mirada
cargada de tanto amor que le partía el alma –Te amo y lo haré eternamente, lo juro- susurro con voz sobrenatural.
Sobre la lapida de mármol, descansaban unas rosas
blancas que en su centro resguardaban una rosa negra como la noche, una daga de
plata y unas gotas carmesí.
Dos figuras
elegantes ser perdían en la noche de plenilunio y la oscuridad los absorbía…
Desde entonces se convirtieron en un mito, en un arcano misterio.
Dejando
detrás de ellos una lapida que rezaba:
N 21-10-1920 M13-09-1945
Raziel Merope
“Siempre Te
Amare”
Eternamente
Tuya Julianne P.
-Fin-
Apri
Plenilunio
Derechos Reservados
“Paraísos Oscuros”