El cielo estaba plagado de
estrellas tintineantes, la brisa de la noche era fresca, los sonidos nocturnos
arrullaban a los que dormían y animaba a los que bajo su manto habitaban a despertar,
se podía respirar la tranquilidad que se deslizaba como ondas sobre las casas,
el silencio era roto por el canto de los grillos, el sonido de los murciélagos
en sus vuelos juguetones y el ladrido fugaz de los perros a la distancia.
En una calle solitaria a penas
iluminada por la luz de algunas farolas de repente se pudo ver un figura
femenina envuelta en una capa celeste, sus pasos indecisos resonaban
acompasadamente sobre la acera, agito la cabeza en negación, tapándose los
oídos y alzando la vista hacia el cielo, su aliento fue cortado por el mágico paisaje
a su alrededor, la luna llena casi tímida salió detrás de una nube traviesa que
se había colado en el firmamento, sus manos cayeron a los lados, mientras
escuchaba esas palabras tentadoras que le traía el viento de la noche.
-Entrégate- Susurraba aquella
voz incitante -Deja que te rodee en mi abrazo- le invitaba.
La joven, ya rindiéndose
decidió contestarle a la voz -Tengo miedo- confeso, mientras sus ojos claros
como el agua buscaban el lugar de donde procedían aquellas palabras, sin
resultado.
Una risa cantarina floto a su
alrededor -¿Qué te asusta?- Cuestiono divertida la voz -Sólo quiero resguardarte
entre las sombras, para que puedas descansar- Invito en un tono de voz
maternal.
La joven se mordió los labios,
dudosa y murmuro –Pero, sólo un rato- el viento soplo un poco más fuerte
jugueteando con sus largos cabellos marrones.
-Entrégate- Pidió la voz con un
toque de alegría –Déjate abrazar por la oscuridad de la noche-
La joven abrió sus brazos con
una tímida sonrisa pintada en sus labios, cerro los ojos y sintió como una
fuerte brisa se agitaba a su alrededor, moviendo su vestido, su capa, sus
cabellos, despertando algo escondido en su interior. Percibió una fresca
fragancia a flores traída por la noche, a oscura esperanza, pero esperanza al
fin y al cabo.
-¿Quién eres?- Pregunto la
mujer mientras los brazos de la misteriosa noche la rodeaban en un férreo pero
delicado abrazo, su alma cantaba estremeciendo todo su cuerpo.
-Soy la noche- Respondió la
dulce voz, ocasionando que la joven se riera al no haberse dando cuenta antes.
Las estrellas parecieron
parpadear y la luna brillar con más esplendor, el viento agito la copa de los
árboles, la dama de cabellos marrones fue elevada en el aire hasta que
desapareció envuelta por el abrazo oscuro de la noche y debajo de la cúpula
celeste hizo eco la melodiosa voz de la nueva hija de la noche, con ojos claros
como el agua.
Fin
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