Aquella sed mortal la consumía,
la rabia le daba fuerzas a su cuerpo, un impulso para buscar consuelo en una
venganza, quizás vana, sus entrañas se retorcían consumidas por el odio añejo
resultado de tantas traiciones, engaños y mentiras. Incluso aquel quien creyó
la sacaría de su agonía, le dio una peor.
“No hay don alguno en la vida
eterna” susurro a la noche contemplando con sus ojos tormentosos las estrellas
en medio de la oscuridad, su senda, su hogar, su única compañía, alejada de
todo y de todos, pues no podía dejarse llevar por aquellos sentimientos
tumultuosos que amenazaban con destruirla como una fiera tormenta en medio de
un mar encrespado a un pequeño barco de papel. Apretó los puños hasta que los
nudillos se le pusieron blancos, aguantando la tentación, aquel susurro en
invitación “Bebe, consume esas
insignificantes vidas, destrúyelos” negó con la cabeza alejando esas voces
atormentadoras de su mente, aquel impulso “Mata,
destrúyelos” Aún seguía escuchándolos.
Sacudió la cabeza, ocasionando
que sus rizos rojizos flotaran en todas direcciones, luego abrió los ojos sin
darse cuenta de que los había cerrado y miro hacia arriba, la luna no le
acompañaba en su noctambula visión “Me queda el consuelo de ver las estrellas”
se dijo y soltó un suspiro agradeciendo que esa noche no estuviera nublada,
pues necesitaba que la consolara el cielo estrellado.
“Acaba
con ellos, saborea el poder” Otra vez escucho el murmullo
insidioso de esa hambre que la destruía noche con noche, dejo escapar un
sollozo y salto del techo desde el que contemplaba el paisaje nocturno de la
ciudad, corrió convirtiéndose en un borrón, sintiendo el aire golpear en su
rostro hasta que ocasiono que brotaran lágrimas de sus ojos grises como nubes
de tormenta, voló en medio de la oscuridad, olvidando y buscando consuelo.
Tratando de escapar de su
condena, siempre congelada, detenida en el tiempo, en medio del frío y la oscuridad,
con ojos vacíos observo una vez más el mundo a su alrededor, en medio de cruel
maldición todo cambiaba, menos ella. Fuera de lugar y cuestión, vacía
existencia, una estatua eterna, que no se consume en el tiempo, esperando una
salvación, la liberación de su cárcel.
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