La
oscuridad profunda y fría, se extendía por todo mí ser. El dolor y el miedo se
explayaban por mis venas, formando parte de mi sangre, quemando mi torrente
sanguíneo. Quería gritar, pero era como si tuviera una mordaza sobre mi boca,
no podía hacer movimientos aunque lo desease pues sentía como cuerdas sujetaban
mi cuerpo, debajo de mi apreciaba el frío mármol helarme hasta los huesos, la
carne, adentrándose en mi ser, dominando cada recoveco.
Al
mismo tiempo, el calor me quemaba, un fuego maligno me devoraba desde afuera,
mi cuerpo era atacado por cientos de cuchillas que atravesaban mi carne
llegando casi hasta mi alma. Un dolor terrible e interminable del cual no podía
escapar me atravesaba, partiéndome en dos.
Sentía
como si un potente veneno se disgregara por mis arterias, chamuscando incluso
mi corazón, en medio de las sobrecogedoras penumbras no podía ver nada, me
rodeaban sólo un terrible silencio y una ominosa oscuridad. Me aterraba
sentirme en ese limbo, apartada de todo… Simplemente lo que anhelaba con todas
las fuerzas de mi espíritu era un descanso, sentirme libre de esas cadenas que
me sometían, me quemaban, me ahogaban y codiciosamente devoraban mi vida.
Tras
un golpe rudo y fulminante en mi pecho, mi cuerpo experimento como un nuevo dolor
lo laceraba, gélido como el hielo de los glaciales, sentía como atravesaban mi
piel cual dientes codiciosos y afilados que me herían profundamente… La muerte
sería un consuelo ante esta lenta agonía, más que ello una tortura y mis
torturadores disfrutaban mi sufrimiento, ávidos de vaciar mi sangre y observar
la palidez mortal en mi rostro, debido al sufrimiento.
De
repente… Todo se vuelve blanco y luego negro de nuevo, para en seguida ver como
un gris oscuro me envolvía cual alas de un ángel de la muerte, codicioso… Sobre
mi pude ver el cielo oscuro bañado por estrellas y la luna llena alzándose en
toda su majestad en el céfiro tenebroso de ese noche poderosa, llena de
misterios, magia y poder.
-Eres
libre- fue el susurro que percibieron mis oídos casi como si fuese un grito.
Aclarando mis sentidos, mi ser entumecido despertó… Como nunca lo había hecho.
Me
levante sobre el mármol que ahora igualaba mi temperatura, fría… Sonriendo de
medio lado con un gesto de malicia, pude ver mis ojos brillando violetas con
ironía.
-Es
hora- fueron las palabras que salieron de mis labios y aunque el nuevo sonido
de mi voz me desconcertó, me dispuse a seguir mi nuevo camino.
-Bienvenida
a tus paraísos oscuros- fueron las últimas palabras del testigo de la muerte de mi humanidad.
La
eternidad se extendía ante mi y algún día, ni muy tarde, ni muy temprano… Con
decisión tomarías mi mano extendida observándome con tus ojos ambarinos llenos
de sorpresa y vacilación, mientras te mostraría mi sonrisa descarada, quedaras atrapado por mis hipnóticos ojos
violetas, conteniendo tu mortal aliento… Para luego ser uno solo en medio de un
pacto de sangre, el paraíso oscuro despertando ante nosotros, para prontamente
perdernos juntos y convertirnos en una leyenda, un misterio.
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