Siento
que ya no puedo más, que me hundo en un mar profundo que me absorbe como la
misma oscuridad de esta noche gélida. He caminado ya tanto tiempo, que mi alma
cansada ya casi no le puede dar fuerza a mi cuerpo… Sigo caminando en esta
noche larga, escondiéndome del día pues en el pereceré, vivo en un letargo,
pero es que en realidad no vivo… Camino, me alimento de ese líquido que sacia
me ávida sed, pero en realidad resulta ser veneno como las palabras insidiosas
que matan las almas, pues me mantiene atada a un destino oscuro,
solitario…
Somos
incomprendidas las criaturas de la noche, yo no le quito todo a nadie, ni la
vida sólo un poco de esa sustancia oscura y almizclada en muchas ocasiones,
pero la persona luego ya no recuerda nada y llega segura a su casa, un poco más
cansada de lo normal… Pero nada que no mejore con comida y un buen descanso,
que me aseguro que tenga infundiéndole un sueño profundo y relajante…
Tengo
todo lo que necesito, pero no lo que tanto he deseado… Algún día nos
encontraremos en está noche onírica y permaneceremos juntos por la eternidad,
antes me decía esas palabras con seguridad, pero ahora en este camino me
resigne a no encontrarte, porque quizás ya te me perdiste en las redes del
tiempo.
Camino
sobre los muros de la ciudad, observo las maravillas de la noche, la luna me
acompaña regalándome misterio, silencio, frío y poder. Pero todo eso no lo
comparto, pues no tengo con quien hacerlo. Allí los… escucho a mis otros
compañeros que igual que yo viven en las horas noctambula, los siento cerca
pero no los veo y cuando lo hago se que no son ellos. Son parte de mis noches
pero no de mi vida.
Otra
noche más que llega a su final y vuelvo a mi refugio una cueva subterránea
oculta, con todas las comodidades de una mansión al igual que riquezas
acumuladas en siglos de vivir en este mundo, observando los cambios y como se
consume a si misma la humanidad, llevándonos a todos nosotros con ella, que sin
que lo sepan también formamos parte de ellos y de su mundo, uno que no es
respetado como tal. Pues muchos no conocen la comunión mágica que podemos tener
con la tierra y disfrutar de los placeres de sus magníficos dones.
A
punto de entrar a mi morada, escucho esa voz… Vaya que sí la escucho y mi ser
se estremece por completo, al pasar
cerca de un árbol le veo y si pudiera desmayarme lo haría, pero no es el
momento ni me resulta así de fácil, mucho tiene que ser la debilidad para que
suceda aquello.
-Es
hora de reencontrarnos en las redes del tiempo y las poderosas horas nocturnas,
con la luna y las estrellas como testigo- palabras entonadas en ese acento, con
ese tono ¡oh esa voz bendita de mis sueños! Esos ojos me observan fijamente y
esos pozos profundos, ventanas del alma, son los que me han mirado tantas veces
en los sueños.
-Creí que no llegarías- le digo con palabras
incrédulas.
Él
sonríe de medio lado descruzando sus brazos para rodear mi cintura y si no
fuese una criatura de la noche como él, me hubiese preguntado en que momento se
movió -Ya
era hora ¿no crees?- ambos reímos -Ahora no pienso perderte, ni en la otra
vida… Para siempre-
Sonrió
conmovida por todas las imágenes que danzan en nuestras mentes, le respondo con
un -Para siempre- y sellamos la promesa con un beso.
Y yo que ya había aceptado mi
destino de soledad, pero ahora compartimos este paraíso oscuro… Que ningún
mortal imagino.
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