Estaba en el fondo del agua, en la parte más
profunda con la oscuridad enturbiando sus sentidos, respirar era imposible, el
dolor un sufrimiento indefinible, entumecida la mente en su tenaz intento de
escapar de la realidad, buscando una paz que nunca iba a encontrar,
persiguiendo un ideal que le quebraba el
corazón a cada paso.
La presión que ejercía con sus dientes para
evitar gritar entre cada marea de dolor, deteniendo al ariete que amenazaba con
quebrar su intento de fortaleza, cada estertor la atacaba entre olas de
sufrimiento persistente, sus pensamientos se dividían entre el limbo del olvido
y en ese pequeño pensamiento que la hacia dudar de si valía la pena aquel
sufrimiento, dejando atrás el mundo que conocía para sumergirse en el que ella
desconocía, sin saber que se encontraba más allá.
Ya sus ojos estaban secos de lágrimas, esas gotas
saladas que saboreo incontables veces... No, no dejaba nada atrás que le
importara, pues ya lo había perdido todo, pensaba, no le quedaba nada por lo
que continuar bajo los rayos del sol.
Poco a poco, los latidos de su corazón se estaban
apagando, como el aleteo de una indefensa mariposa en garras del fuego mortal,
el agua turbulenta manchada en carmesí era lo que podían ver sus ojos, a un
paso de la fría señora de la muerte que la incitaba a seguirla, su gélido
aliento le murmuraba al oído promesas de un destino, un lugar sin sufrimientos,
ella escuchaba atenta sus promesas con una languidecida sonrisa en sus pálidos
labios.
La luna se asomaba tímida entre las nubes
noctambulas, a la distancia se podía percibir el sonido de los animales
nocturnos, lobos, lechuzas, búhos, grillos y demás criaturas entonaban un
cántico misterioso a la noche... La lluvia se precipitaba desde el cielo
tintineando sobre las aguas y la neblina como una cortina se arremolinaba al
rededor de la escena fantasmal que dominaba
el bosque.
La dama de la muerte sonrió casi con ternura, la
joven se estaba entregando a esa penumbra que la devoraba lentamente, había
algo, un secreto que detenía a la muerte de dar su zarpazo final, pero su
paciencia se estaba agotando y se acerco despacio a la dama que yacía en las
aguas oscuras para darle su beso último.
El silencio que se acercaba a lo espectral fue
roto por unos pasos sobre el agua, la lluvia comenzó a danzar grácil con el
viento y la neblina, la señora de la muerte dio marcha atrás con una mirada
resignada, una sonrisa cómplice y un gesto cercano al cariño de una madre.
La joven del lago, sintió como el agua se
deslizaba de su cuerpo y una calidez que desconocía le cobijo, con sus ojos
oscuros entrecerrados observo una escena que pensó nunca vería, una mirada
bicolor la atrapo en sus pupilas
-Perdona mi tardanza- murmuro una embrujadora voz
masculina -Casi no llego y eso hubiese sido mi condena para la eternidad-
La chica sintió como su corazón latía de una
manera que nunca lo hizo antes, aun débil acaricio ese rostro que parecía el de
un mago antiguo con miles de secretos en esas pupilas claroscuras.
-Se que te parece imposible, pero aquí estoy...
Te traigo secretos de la noche para que juntos los descifremos...- esos labios
incitantes y dominantes se apoderaron de los femeninos ahora sonrosados -Por
toda la eternidad...-
La joven sonrió cerrando los ojos mientras
escuchaba -Eres mía y mi principal fin será tu felicidad mi amada, borrare
todos tus sufrimientos y las huellas del dolor que has padecido- le respondió
como si supiera lo que pensaba –Juro que estaré aquí cuando despiertes, ahora duerme
tranquila en mis brazos, donde perteneces-.
Y ella se rindió confiada en esos brazos que le
cobijaban amorosamente, entregándose gustosa a esa voz hipnótica escuchada
miles de veces en sus sueños oscuros de amor.
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